Izcalli, una vía de paso recurrente para los indocumentados centroamericanos

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Más que la inseguridad, la crisis económica y la falta de trabajo es lo que mueve a los ciudadanos guatemaltecos a buscar el sueño americano en Estados Unidos, claro, cruzando primero por un país caleidoscópico en cuanto a sociedad, economía, orografía, clima y educación, como es México.

Un país caprichoso que lo mismo puede tratar bien a los indocumentados, como tratarlos con la punta del pie e incluso, violentarlos. Los centroamericanos cruzan la frontera del Soconusco en Chiapas y es donde, para muchos, empieza el viacrucis y el riesgo de morir en el intento.

La zona de Lechería, en Tultitlán, aquí en el estado de México es un punto intermedio al que llegan, vía ferrocarriles de carga, a descansar y buscar trabajo para luego continuar la aventura.

Dadas las precarias condiciones en que viajan, los indocumentados llegan a Cuautitlán Izcalli, un municipio que al correrse la voz entre ellos, “ya que es un buen lugar para pedir apoyo, ya que la gente sí te ayuda hermano”, se ha convertido en un lugar recurrente para pedir empleo temporal o ayuda económica en los cruceros.

Máximo Vinicio Reyna López, es un ciudadano indocumentado que viene de paso desde la república de Guatemala, cargando con su esposa y un hijo. Se identifica con el DPI, que viene siendo en su tierra, la credencial de elector en México, estudió sólo hasta el segundo grado de primaria, porque su padre no quiso que siguiera estudiando y lo sacó de la escuela.

Yo no tenía trabajo fijo y ella (su esposa) trabajaba con una persona cuando nos venimos, y lo que ella ganaba en un mes, aquí lo gana en una semana y la verdad es muy duro el trabajo porque es de las 7 de la mañana a 6 de la tarde (11 horas).

Nuestro país es muy tranquilo porque allá casi no se ve la delincuencia, casi no roban en la calle, que vayan a decir que ya le robaron a fulano, lo están asaltando en la esquina, que los queman vivos y les pegan, los linchan, la verdad es que es muy tranquilo, la gente deja sus puertas abiertas, no se pasa de una casa a otra a robar, sí se respetan mucho, así que no es por la inseguridad, sino por la falta de empleo que decidimos salir a los Estados Unidos.

La primera experiencia negativa
Con mil quetzales en la bolsa (unos 7,500 pesos mexicanos), Máximo emprendió su búsqueda del sueño americano; en diciembre de 2015 cruzó la frontera con México y apenas a unos cuantos días de haber emprendido el viaje fue asaltado en la sierra de Chiapas, cuando él y otros cinco indocumentados trataban de burlar el control de la garita en Uixtla. Tres hombres armados les quitaron todo lo que traían.

Luego del asalto salimos a la carretera para buscar un rancho, alguien que nos diera ayuda y algo de comer, desde entonces es que venimos de Chiapas, sin dinero, pidiendo. Por eso es que se nos hace más difícil y tardamos más tiempo, porque cuando se nos acaba, tenemos que pedir y si no nos dan, esperar ahí hasta que pase el tren o hasta que pare para poder subirnos.

De Chiapas llegaron a Oaxaca. Ahí se bajaron del tren a pedir de comer, a descansar un rato y a seguir otra vez en el tren que sigue para Veracruz, el cual los trajo hasta Tultitlán, en donde fueron acogidos por el padre de la iglesia de Chilpan.

Cuautitlán Izcalli, un lugar recurrente
Aquí llevan un mes y ocho días, se paran temprano a hacer faenas de limpieza en la iglesia y luego, al igual que muchos otros indocumentados han hecho, se trasladan a Cuautitlán Izcalli a pedir algo de dinero en los cruceros, para continuar su viaje.

Al llegar a Tultitlán, otros indocumentados nos dijeron que viniéramos a Izcalli, “ya que es un buen lugar para pedir apoyo, ya que la gente sí te ayuda hermano”, así nos decían, varios que ya iban a seguir su viaje. Es muy bonita ciudad, tiene gente muy buena, muy considerada y a la que le agradecemos el apoyo que nos dan, pues, para seguir nuestro camino, en unos días.

Necesitan reunir 15 mil dólares para el salto en la frontera, una vez que los tengan van a llamar a un pariente en la ciudad de Indianápolis (USA) para que los contacte con un pollero que los puede “cruzar”.

Estoy juntando dinero ahorita para poder seguir, por el niño nos cobran más caro el salto en la frontera, porque él es más delicado dicen, según ellos, los polleros. El salto está como en 4 mil dólares por persona, pero el del niño es de 7 mil dólares, es decir, 15 mil dólares por los tres.

La segunda experiencia negativa
Por lo pronto, Máximo ya fue víctima de la policía de Tultitlán.
Andaba en la vía, me cayeron, no sé si eran ministeriales, me robaron mi teléfono, me robaron el dinero y me dijeron que me iban a acusar de delincuencia, creo que eran (policías) ministeriales porque iban encubiertos, llevaban una mochila y cuando menos pensé andaba parado uno enfrente de mí, me cortó el cañón y me dijo que no me moviera porque me iba a soltar un plomazo, me dijo, sabes que le andas jugando al pendejo y aquí te acuso de violación y te meto al reclusorio y a ver quién te saca de ahí, me dijo.

El piensa seguir su viaje en unos 15 días y luego hacer una vida más digna en los Estados Unidos. A ver qué decide Dios, porque queremos una casa para nuestros hijos, los niños están creciendo y para que más adelante ellos tengan un futuro y para que ellos estén bien.

Pese a todo, Máximo está agradecido con nuestro país, porque, dice, ha encontrado gente mala, pero mucha gente buena que le ha ayudado también. Mis respetos para México, donde quiera que vayan que Dios que los proteja, deseamos tranquilidad para el país, para ustedes mismos los mexicanos, que sea un país muy tranquilo y que como yo pienso que algún día Dios saque adelante a este país. Si quieren ir un día a Guatemala, dice emocionado, allá serán bienvenidos al país de nosotros, a nadie le tenemos discriminación, a todos los queremos por igual.

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