Esta navidad voy a regalar cartas

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Por Ángel Abel Gutiérrez

Siempre he acostumbrado regalar a mi familia mi mayor esfuerzo, ese es tal vez el regalo que más seguridad y tranquilidad les pueda dar en la vida, pero no puedo sustraerme, por más razonable que quiera ser, el dejarme llevar por los sentimientos y las emociones de la época navideña.

No sé si al resto del mundo le suceda, pero los mexicanos, aun en nuestras desgracias económicas y familiares, no deja de atraernos la idea de ser felices en esta época y dejar de lado las vicisitudes y los problemas, para dar paso al sentimiento de dicha y felicidad (pase lo que pase), el próximo año, Dios dirá.

En lo personal, siempre me ha dado por regalar a mis hijos, juguetes en Navidad y prendas de vestir para el Día de Reyes (y para el resto del año). Así les daba a mis hijos, momentos de alegría, y me gustaba ver sus rostros cuando la carta que habían enviado a Santa Claus o San Nicolás, se hacía realidad, (sin importar el importe a pagar). Los Reyes Magos no eran tan “coscolinos” y mis hijos se limitaban a abrir sus “regalos”; pantalones, camisas, playeras, calcetines y todo el closet de año nuevo, mientras mi mujer y yo nos mirábamos con un gesto de “al menos ya los vestimos para este año”.

Con el correr del tiempo, mis hijos han crecido, el mayor ya es un profesionista y trabaja en España, el de en medio estudia la universidad y sus necesidades al día de hoy ya no son los juguetes, aunque sigue necesitando ropa, y el menor estudia la preparatoria, pero sus inquietudes apuntan hacia otro lado.

Curiosamente he notado que hay algo que se va perdiendo con el tiempo, a pesar de seguir celebrando la navidad y el año nuevo en familia, y es que los hijos son como un buque, que, anclados al puerto seguro del hogar, se les va cargando de mercancía, se les prepara y un día tienen que zarpar a enfrentar (hoy más que nunca) las aguas turbulentas y salvajes del mar de la vida, sin que uno pueda mantener anclado el buque para siempre (qué más quisiera uno).

Llegarán al mismo puerto una o dos veces al año, pero una vez que dejan el hogar, deberán tener la carga adecuada para hacer su propia travesía, y a uno como padre nos corresponde poner las mercancías adecuadas (además de los juguetes de Navidad y la ropa en Día de Reyes); valores como el amor, el respeto, el esfuerzo, la constancia, la solidaridad, y todos aquellos otros valores que tengamos la ocasión y oportunidad de brindarles con nuestros actos diarios.

Uno de mis hijos ya vive incluso del otro lado del mar, otro más a unos cuantos kilómetros de distancia y miles de horas de ausencia y si bien el menor aún sigue en el resguardo del hogar, el próximo año deberá empezar a delinear su futuro.

Así que, esta navidad, a mis hijos les voy a regalar cartas, para decirles cuanto los amo, para pedirles disculpas si sienten que les he fallado, para recordarles que en casa y en mi corazón tienen un lugar para amarrar anclas y siempre listo para su regreso; y para pedirles que no vean la vida sólo desde el ángulo del placer, porque deben prepararse para enfrentar adversidades, retos y angustias. En la medida que se exijan y sacrifiquen en parte los momentos de placer, en esa misma medida, estarán construyendo un mejor presente y con el tiempo, porque no, un mejor hogar, no el que yo les di, sino el que ellos, tiempo al tiempo, tendrán que moldear.

Dedicado a todos los padres que saben de lo que estoy hablando… Feliz Navidad

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