En mi muy humilde opinión
– Sus corrientes políticas lo están matando de asfixia interna
Por Ángel Abel Gutiérrez G.
Alguien puede dudar en este país que ¿El Partido de la Revolución Democrática está viviendo sus últimos días en el escenario político de nuestro país? Si así fuera, bastará ver algunas de las últimas circunstancias en las que se ha visto envuelto el partido y varios de sus más destacados personajes.
En primer lugar, está el hecho de que muchos de sus senadores y diputados federales, así como militantes de la vieja guardia del partido han optado por declinar su militancia y a regaña dientes y con la cara sonrojada de pena, han decidido sumarse al compló promovido hace ya unos años por Andrés Manuel López Obrador, quien una vez cuestionado y anulado políticamente por varias corrientes al interior de ese partido, decidió hacer sus maletas y crear su propia trinchera electoral llamada Movimiento de Regeneración Nacional (un remix político del viejo partido de los hermanos Flores Magón, por allá de los finales del siglo XIX e inicios del XX, en contra del dictador Porfirio Díaz) y más cariñosamente llamado MORENA. Ese es, desde mi muy humilde opinión, el hecho que marcó la decadencia del otrora poderoso partido que logró unir a las izquierdas tradicionales de México en 1988, hoy conocido como PRD.
Por supuesto, dicho precedente, deriva de los antecedentes de las pugnas entre las corrientes más significativas de este partido a inicios del siglo XXI, entre los que figuraron entre otros, liderazgos como el de Jesús Ortega y “los Chuchos”; la llamada Izquierda Democrática Nacional, creada por Dolores Padierna y su esposo René Bejarano (el de las ligas); Izquierda Social, de Martí Batres; Alternativa Democrática Nacional (ADN), de Héctor Bautista; Foro Nuevo Sol, de Amalia García; Movimiento de Bases Insurgentes (MOBI) de Gerardo Fernández Noroña; Unión y Renovación (UNYR) de Armando Quintero; el Grupo Acción Política (GAP), de Higinio Martínez; el propio Andrés Manuel López Obrador y varios grupos más que asumían posturas en el ajedrez partidista según les fuera conviniendo.
Y es que, aunque no lo reconocen públicamente, cada uno de los líderes de las diversas corrientes políticas al interior del PRD lo que buscan y esconden en el fondo de sus conciencias, no es crear un gobierno de izquierda que reivindique a las clases sociales más vulnerables de nuestro país, sino repartirse el pastel presupuestal, primero de la ahora CDMX y luego, de las entidades federativas en las que tenían y tienen el favor electoral del pueblo a la hora de ir a votar, como son Tlaxcala, Guerrero y Michoacán, entre otros estados en los que han gobernado y no han cambiado en nada y por nada las condiciones sociales de los que menos tienen, mientras que ellos, los dirigentes, cada vez son mayoritariamente burgueses cuyos críos han dejado atrás los años de la UNAM y ahora son, curiosamente, alumnos de la cofradía Jesuíta de la Universidad Iberoamericana (si no que revisen las listas de clases y verifiquen los apellidos de semejantes universitarios). Semejantes cuotas de poder, con lo que financieramente representan, era y sigue siendo la verdadera pugna al interior del PRD, controlado por el grupo de Jesús Ortega, primero contra López Obrador y ahora contra los que quedan vivos; pugnas que, con la salida del caudillo tabasqueño, generaron las condiciones de la escisión nacional que hoy padecen.
Los estertores del PRD se reflejan en la última decisión de su dirigencia, al cancelar su Asamblea Nacional, prevista para el pasado 10 de marzo, además de la imposición de un candidato de última hora al gobierno del estado de México, en la persona de Juan Zepeda, quien no enfrentó ningún proceso interno ni opositor, esto, luego de que los tiempos electorales se le fueran agotando al partido sin contar con una convocatoria interna para elegir candidato y luego de no lograr un consenso para formar una alianza electoral con el Partido Acción Nacional en este estado.
Finalmente, y para no quedarse afuera de los reflectores, surge el escándalo protagonizado por su actual dirigente nacional, Alejandra Barrales, respecto a un departamento de su propiedad en la ciudad de Miami, EU, que adquirió años atrás por la cantidad de un millón de dólares y que ha servido solo para reiterar la tesis de que, los líderes del PRD más que organizar al país en un gobierno socialista, lo que buscan es beneficiarse de las mieles de la política y los presupuestos públicos.
En el escenario a corto plazo, será este partido, el PRD, el que más votos pierda en las elecciones de este año y en las de 2018, en tanto que MORENA será necesariamente el heredero de la fortuna política que deja el PRD antes de morir de asfixia interna.