Miles de izcallenses acudieron a rendir culto a sus deudos

Familias completas vivieron y disfrutaron el Día de Muertos

Los panteones volvieron a la vida con el “Día de Muertos”

Con la visita de miles de izcallenses que recordaron a sus fieles difuntos, el olor a flores, comida y música, revivieron este 1 y 2 de noviembre los panteones del municipio.

Desde muy temprana hora comenzaron a llegar los primeros visitantes a los panteones, era el momento de compartir con sus seres amados que ya “habían partido al más allá”, tumbas que guardan momentos tristes, pero que, con el paso del tiempo llega la aceptación de que el hijo, el hermano, el padre, el esposo, el tío…. ya han partido.

Bajo esta consigna, los panteones de Cuautitlán Izcalli, se vistieron de colores, olores y sabores, pues desde la entrada lucían las flores tradicionales de esta época, como el cempasúchil, las rosas, el crisantemo, gladiolas, claveles, nube y lilis, que se vendieron como pan caliente, con precios variados, pero nada económicos, desde 15 pesos el ramo con cuatro flores.

Los cementerios de nuestro municipio lucieron abarrotados, el panteón Ejidal de Atlamica, el del pueblo de San Martín Tepetlixpan, San Lorenzo Río Tenco, Santiago Tepalcapa, San Mateo Ixtacalco, por mencionar algunos, se llenaron de familias enteras que disfrutaron de grandes recuerdos.

No faltaron aquellos que llegaron con bolsas de comida y unas “bebidas frías”, dispuestos a pasar un día completo en el cementerio, pero para los más prácticos no podían faltar los ricos antojitos mexicanos, una rica tostada de tinga, pata, picadillo… o unos deliciosos tacos de suadero, al pastor, longaniza, unas ricas aguas de horchata y jamaica, refrescos de todos sabores, que se vendieron dentro o fuera de los panteones.

Fueron dos días de fiesta, en donde la nostalgia y el ambiente de unión que se generó, permitieron que todos los asistentes tuvieran una estancia tranquila, pues en los alrededores había elementos de la policía municipal y bomberos que se encontraban resguardando los camposantos, dándole un toque de seguridad a estas fiestas en honor a nuestros muertitos.

Incluso en algunos lugares se apreciaba la música de los Organilleros, así como algunos norteños que daban gusto a los difuntos, pues la familia les pedía la canción favorita.

Algunos de los administradores de los panteones buscaron realizar actividades alternas para darle “más vida” a esta festividad, y los que corrieron con suerte, pudieron hasta bailar al ritmo de banda y con música de marimba.

Durante estos días de festejos, la armonía y el amor por nuestros seres queridos que ya partieron, nos brindaron el pretexto perfecto para reunir a toda la familia, algunos con lágrimas en los ojos, otros con sonrisas por las anécdotas vividas, pero finalmente nos brindó la oportunidad de darle “vida al más allá”.

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