Generalmente, cuando nos esforzamos por algo, trabajamos por una recompensa demorada, al tiempo que renunciamos a recompensas más inmediatas; tal como cuando tenemos un postre en frente y debemos decidir si comerlo o no para mantener la dieta y así cuidar la salud.
Nuestra mente, al verse obligada a tomar una decisión, está sopesando de forma constante opciones de costo-beneficio, fenómeno que no ha sido ajeno a los estudiosos de los procesos mentales y el funcionamiento cerebral.
En este sentido, Michael Treadway, un Psicólogo de la Universidad Emory, plantea:
Comprender el funcionamiento normal del cerebro si decide esforzarse o no, proporciona una forma de identificar lo que ocurre en trastornos en los que la motivación se ve reducida, tales como la depresión y la esquizofrenia.
Estudios previos han demostrado el papel activo de tres regiones en el cerebro que están involucradas en el proceso de toma de decisiones: la corteza dorsal anterior cingulada, la ínsula anterior y la corteza prefrontal ventromedial.
De acuerdo a las hipótesis derivadas de estas investigaciones, se creía que la corteza prefrontal ventromedial mediaba sobre el cálculo del valor subjetivo de la recompensa cuando se tomaban decisiones basadas en probabilidades.
Sin embargo, Amanda Arulpragasam, candidata al doctorado en Psicología en el laboratorio de Treadway, plantea que en la vida real, las personas tienen que hacer sus elecciones sobre la base de información incompleta.
La investigadora diseñó un experimento donde los participantes debían tomar la decisión de no esforzarse y obtener 1 dólar, o hacer algo de esfuerzo físico, obteniendo una recompensa de 5,73 dólares; este esfuerzo involucraba presionar rápidamente un botón a diferentes porcentajes de la velocidad máxima.
Para esto, debían realizar la presión del botón con el dedo meñique de la mano no dominante, por lo que la tarea era lo suficientemente desafiante como para considerarse desagradable, sin ocasionar dolor.
En las primeras pruebas, a las personas se les mostraba una barra vertical en la que se indicaba el porcentaje de la tasa máxima de pulsación de botones que era necesaria para cumplir con la tarea y, posteriormente, se les mostró la magnitud de la recompensa por cumplir con la tarea, variando el orden de presentación de la información, lo que les permitió separar los efectos de las elecciones recientes en la formación de expectativas de valor de las decisiones futuras.
Luego de que las personas fuesen informadas de ambas condiciones, se les solicitó que tomasen una decisión: esforzarse o no. Así, luego de los resultados obtenidos se encontró que tanto la corteza dorsal anterior cingulada, como la ínsula anterior están involucradas en el proceso de codificación de las diferencias entre las expectativas y los resultados que realmente se obtienen, es decir, en el cálculo del costo de los esfuerzos.