Una investigadora mexicana de Guadalajara, Jalisco, trabaja en el desarrollo de un bioplástico amigable con la naturaleza, creado a partir de plantas suculentas.
Sandra Pascoe Ortiz, profesora de la Universidad del Valle de Atemajac, desarrolló un bioplástico que aprovecha las propiedades del nopal, una especie común y presente en los desiertos mexicanos, así como en gran parte del continente americano.
Las tiras de bioplástico desarrolladas por la profesora tienen la capacidad de desaparecer en tres meses si se encuentran en la intemperie, y en dos semanas si están en contacto con agua; un periodo bastante impresionante en comparación con otros plásticos. Además de que este material no es tóxico para animales en caso de que el producto terminara en el océano.
El objetivo inicial de la investigación era buscar un sustituto para las bolsas de plástico, la profesora Pascoe, quien es ingeniera química y maestra en procesos biotecnológicos, comenzó a trabajar con tres plantas: el nopal y la sábila, elegidos por su rápida producción y abundancia en Jalisco; y el pitayo, por ser una especie regional.
Sin embargo, el pitayo fue descartado ya que la mayor concentración de mucílago que contenía se encontraba en la cáscara de su fruto y éste sólo puede ser cosechado en ciertas temporadas del año.
Finalmente decidió iniciar con el tratamiento del nopal, “Lo que hice fue probar algunas formulaciones de mezclas, no llegar a lo mejor a la polimerización, pero sí que se mejoraran las características de la baba del nopal, y con eso fue con lo que empecé a trabajar”, relata la profesora.
La iniciativa comenzó a desarrollarse hace cuatro años y, actualmente, se encuentran experimentando con distintos tipos de fórmulas de bioplástico para probar características como resistencia o elasticidad.
“Estamos en la etapa de pruebas mecánicas para saber si al cambiar la composición del nopal, cambian las propiedades del bioplástico”.
En el desarrollo del material sólo fue necesario utilizar un extractor de jugos, ya que la materia prima de este bioplástico proviene del líquido más espeso que se encuentra en el jugo de nopal. Luego se le agregan sustancias como glicerina, proteínas naturales y, en algunos casos, se usan colorantes de origen natural para mejorar la apariencia y consistencia del producto.
La profesora Pascoe señaló que por ahora elaboran este plástico pensando en fines sencillos como las envolturas de productos, mientras se desarrollan otros prototipos con mayor resistencia y volumen.
Sandra Pascoe Ortiz indica que después de encontrar la fórmula más idónea para la elaboración de este producto y después de que sea sometido a más pruebas de resistencia, buscarán desarrollar y estandarizar la tecnología para la producir el bioplástico de manera masiva.
La profesora espera que su iniciativa se convierta en un multidisciplinario, al plantear que los estudiantes de su Universidad busquen más utilidades para el producto que también sean capaces de beneficiar a la comunidad, como la creación e integración de granjas dedicadas a la producción de esta especie de nopal para manufacturar el bioplástico.
“El fascinante proyecto de la maestra Sandra Pascoe fue realizado en colaboración con el ingeniero César Octavio Vargas y con estudiantes de la UNIVA como asistentes de investigación.