Por Rodrigo Santillán

Desde un enfoque sistémico aplicado a la economía, una de las variables más sensibles que pueden alterar su funcionamiento es, sin duda, la seguridad. Para dimensionar cómo la violencia puede impactar directamente en la actividad económica, basta recordar los recientes acontecimientos en Sinaloa, donde estalló un episodio de violencia que obligó a cientos de negocios a cerrar por varios días.
Aunque aún no existen cifras oficiales consolidadas sobre el impacto económico de la guerra interna entre facciones del Cártel de Sinaloa, estimaciones de Cristina Ibarra, economista sinaloense y presidenta de la Federación de Colegios de Economistas de México, advierten que las pérdidas podrían representar entre el 2% y el 3% del PIB estatal. A esto se suma una pérdida de aproximadamente 30,000 empleos tan solo en Culiacán. Por su parte, Martha Elena Reyes Zazueta, presidenta de COPARMEX Sinaloa, reportó que la industria local ha registrado pérdidas por 36 mil millones de pesos como consecuencia directa de los enfrentamientos entre los grupos conocidos como “Los Chapitos” y “Los Mayitos”, ambos vinculados al Cártel del Pacífico.
Para analizar cómo el fenómeno de “La Seguridad” afecta a nuestro municipio, Cuautitlán Izcalli, es necesario entenderlo primero en tres niveles: nacional, estatal y municipal.

A nivel nacional, los datos muestran una disminución sostenida de homicidios entre 1992 y 2007, un periodo de 15 años de relativa estabilidad. Sin embargo, a partir de 2007 —coincidiendo con el inicio de la “guerra frontal” contra el crimen organizado— se registró un incremento significativo en los homicidios, alcanzando picos históricos entre 2018 y 2020. Desde entonces, la tendencia ha comenzado a descender lentamente.
Si comparamos los distintos periodos de gobierno, es evidente que durante el sexenio que implementó la estrategia de confrontación directa (2006–2012), los homicidios se dispararon. En contraste, con la llegada de la estrategia de “Abrazos, no balazos” en diciembre de 2018, se ha observado una tendencia a la baja, similar a la registrada durante la administración de Ernesto Zedillo.

A escala estatal, el Estado de México presenta un comportamiento similar, aunque en una magnitud menor. El aumento en los homicidios comienza también en 2007 y se mantiene hasta 2013. Durante el gobierno de Alfredo del Mazo (2017–2023) se logró revertir esta tendencia. No obstante, en los primeros meses de la actual administración de Delfina Gómez, se ha observado un ligero repunte, aunque aún es pronto para definir una tendencia clara. Las cifras actuales son comparables a las registradas entre 1990 y 1995.

En el caso específico de Cuautitlán Izcalli, los datos muestran un incremento sostenido de homicidios entre 2016 y mediados de 2021. A partir de 2022, las cifras han mostrado cierta estabilidad, con un promedio mensual de entre 6 y 7 homicidios. En lo que va de 2025, se percibe una tendencia a la baja, aunque todavía es temprano para prever cómo cerrará el año y la administración actual.

Si bien el número de homicidios es una de las variables más representativas para medir la seguridad pública, no es la única. Existen otros delitos como el robo, la extorsión, el secuestro, entre otros; que también deben considerarse para tener una visión integral del problema y su impacto en la economía local y nacional.
Desde esta columna, reconocemos que la meta de reducir los homicidios a cero puede parecer utópica en un país de nuestras dimensiones. Sin embargo, aspirar a mejorar de forma constante estos indicadores debe ser un objetivo compartido entre gobiernos, sociedad civil y sector privado.
Referencias:
https://insightcrime.org/es/noticias/economia-culiacan-sangra-guerra-cartel-sinaloa

Mi nombre es Rodrigo Santillán, originario de Cuautitlán Izcalli, lo cual ha sido parte fundamental de mi conexión y compromiso con el medio ambiente. Soy Ingeniero Civil egresado de la UNAM, especializado en la evaluación financiera de proyectos de infraestructura, área en la que me desempeño como analista de concesiones desde hace cinco años.
Actualmente, me encuentro en la etapa final de mi tesis de Maestría en Ingeniería de Sistemas, con enfoque en Optimización Financiera. Además, formo parte de la startup Carbon Power México como CFO, donde soy responsable de la viabilidad financiera del modelo de negocio de una tecnología Climatech enfocada en la captura y uso de carbono.
Mi pasión por la naturaleza y la tecnología nace desde la infancia: mi padre, ingeniero, despertó en mí la curiosidad por entender “cómo se hacen las cosas”, mientras que mi madre me inculcó un profundo respeto y amor por el entorno natural. Estos dos pilares han guiado mi camino y hoy me permiten colaborar en esta columna sobre Ciencia, Tecnología y Emprendimiento, un espacio de pensamiento crítico y libre.