Jaime, el hombre que lleva 6 años pugnando por un despido injustificado

Jaime Rodríguez Ávila tiene 83 años, usa bastón y un marcapasos, pese a su condición, lleva ocho años pidiendo su liquidación justa por un despido injustificado hecho por Jesús Carreola Gómez y secundado por Ricardo Ramos Camacho, para quien trabajaba como velador de un fraccionamiento ubicado en la colonia Tepalcapa.

De acuerdo al testimonio del señor Jaime, en el 2016 tuvo que acudir de emergencia a diferentes hospitales por problemas en la próstata, al no contar con prestaciones laborales, peregrinó por atención médica hasta que fue recibido en el nosocomio de alta especialidad de Zumpango, donde tuvo que ser operado urgentemente, razón por la que se ausentó varios días de su trabajo. Sin embargo, Jesús Carreola le habría asegurado, en una visita que le hizo mientras estuvo internado, que cubrirían los gastos, dándole en ese momento 500 pesos. No obstante, la ayuda nunca llegó y el adulto mayor se vio obligado a pagar casi 14 mil pesos.

A los pocos días, la persona mencionada llama a Jaime y le pide que vaya por sus cosas porque ya tiene otro velador, es decir, lo despidió.  Asimismo, el señor Rodríguez detalló que, a su entonces patrón, le recordó que quedaban pagos pendientes por otros servicios que hizo, esta sería la razón por la que Carreola Gómez le habría descontado los 500 pesos que ya le había dado, pues “él no puede regalar su dinero”.

Tras la indolencia de su jefe, el señor Rodríguez acudió a las oficinas de Conciliación y Arbitraje de Cuautitlán para iniciar una demanda laboral en contra del ya señalado, por despido injustificado, pero las autoridades no han resuelto nada ni hay avance en el caso pese a que se le decretó un fallo a favor del pago del laudo laboral que asciende a más de 100 mil pesos, por lo que Jaime ha tenido que recurrir a la Comisión de Derechos Humanos.

El señor comentó con tristeza que no tiene trabajo, se sostiene del programa federal de adultos mayores, y teme morir sin haber recibido justicia, pues las personas, por su edad, lo han discriminado y no le prestan atención a su exigencia o son “groseras” cuando expone su situación.

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