Desafortunadamente en la actualidad, la inseguridad sigue siendo el pan nuestro de cada día y por desgracia los ataques a mujeres van en aumento, es por eso que no está de más conocer algunas cosas elementales sobre defensa personal, que ojalá nunca tengas que aplicar, pero que es bueno saber.
En situaciones de riesgo el cuerpo tiende a paralizarse y nos quedamos en estado de shock, sin saber cómo reaccionar, esto es muy natural, pero la defensa personal debe partir del conocimiento del miedo y las reacciones fisiológicas que pueden tener lugar, como taquicardias, hiperventilación, sensación de ahogo, mareo o temblores, entre otros.
El control, en la medida de lo posible, de ese miedo será clave para poder pensar con claridad y actuar en consecuencia. En cualquier caso, la primera y más sensata recomendación es echar a correr a la máxima velocidad que podamos para dar aviso de que se está produciendo una situación peligrosa en las cercanías.
Analizar el contexto
Si nos encontramos en peligro, lo primero que debemos hacer es valorar la gravedad de la situación. Si el atacante lleva un arma blanca debemos adoptar una posición en guardia, es decir, dejar una distancia de un brazo entre ambos y pegar los brazos al cuerpo con las manos hacia delante, mostrando las palmas. Esta posición busca tranquilizar al agresor, demostrarle que no queremos pelea. Una vez en guardia, el movimiento más recurrente es el más efectivo: un fuerte golpe en los genitales del agresor con el pie o la rodilla, según la distancia.
En el caso de que el agresor vaya armado, el margen de maniobra es más reducido ya que necesitamos un mayor entrenamiento previo para hacerle frente. A pesar de ello el movimiento más acertado consiste en, tras adoptar la posición de guardia, agarrar la muñeca del atacante para neutralizar el arma y evitar futuros daños.
Los puntos de presión son las zonas débiles o sensibles de nuestro cuerpo, como los genitales, la boca del estómago, las sienes o la nuez.
El objetivo no es lesionar, sino desviar la atención del agresor golpeando estos puntos de débiles. En el momento en que el atacante siente dolor, se retira y podemos soltarnos y huir o inmovilizarlo.
• A muy poca distancia del atacante se puede recurrir a golpes en las sienes con la base de ambas palmas o introducir los dedos en los ojos.
• Aunque parezca muy sencillo, una torta en la cara es muy eficaz para librarnos de un ataque debido a que, al ser un movimiento inesperado, produce un estado de shock.
• Si la distancia es media y sólo un brazo semiflexionado ocupa el espacio entre víctima y agresor, la opción más acertada es descargar un golpe en la nuez con la mano abierta y en horizontal para provocar un falso ahogo. Un puñetazo ascendente en la boca del estómago también es una buena defensa.
• En las piernas, podemos golpear en la base del tobillo, en la zona donde se unen el pie y la pierna, para provocar en el adversario un falso esguince. Esto se debe a que en esa zona tenemos dos nervios que provocan una cojera temporal y mucho dolor si nos dan una patada. Como si nos hubiéramos hecho un esguince instantáneo.
• Un golpe en los genitales con una rodilla o inclusive con la mano, si la distancia es corta, debilitará a tu agresor y puede darte ventaja para empujarlo y correr en busca de ayuda.
fuente: www.enfemenino.com y www.mujerde10.com