El #periodismo en México es, lamentablemente, una profesión de máximo riesgo. Van 13 colegas que han perdido la vida a lo largo de este año, de acuerdo a la información de Reporteros Sin Fronteras. Para ejercer esta profesión se deben de tener muchas cosas y podría decir que son: valentía, pasión y ética.
Se debe de mirar en específico el tipo de ambiente en el que vivimos. Hay mucha desinformación, producto de la nula regulación en medios de comunicación. Las redes sociales se convirtieron en un arma de doble filo por el surgimiento de comunicadores que amparados por una cámara y un micrófono decidieron autonombrarse periodistas.
La cosa no es para menos, México en teoría no es un país en guerra y es el más peligroso para los periodistas en todo el mundo. Los mecanismos de protección resultan flacos y los mensajes entre líneas, desde cualquier ámbito de gobierno, son de menospreciar el trabajo que realizamos y repelar cuando no se aplaude a un gobernante. Mucho se dice que hay quienes se venden y poco se habla de las sutiles amenazas que se llegan a recibir.
Desde el ámbito local, existen muchos colegas que se esfuerzan cada día por informarle a la gente lo que pasa día con día en el Estado de México. La penúltima columna del año es para decirles a todos esos que aún creen que este es un oficio muy noble, que sí se puede tener independencia del poder público. Que criticar no es estar en contra como dice el señor que gobierna el país.
Y llamarle a las cosas como son. La contratación de espacios en los respectivos portales informativos que se tengan, se le llama publicidad; no es “apoyo” ni “chayo” y mucho menos “ayuda”. Es publicidad y no está mal, según también las líneas editoriales que tengan.
Desde que empecé en medios he visto muchas cosas y sobre esto último, siempre pienso en la frase de Ryszard Kapuscinski: “Desde que se descubrió que la comunicación es un negocio, la verdad dejó de ser importante”.