Por Rodrigo Muñoz Sánchez

A lo largo de milenios, los seres humanos nos hemos cuestionado cuál es nuestra relación con el entorno que nos rodea. La visión occidental establece que los humanos somos el pináculo de la evolución, y por esto la naturaleza está a nuestro servicio para ser explotada. Sobra decir que esto nos ha llevado a la crisis planetaria que vivimos actualmente.
Por otro lado, hay matices en las formas en que podemos nos preocupar o identificar con el resto de las formas de vida en nuestro planeta. Para muchos, la humanidad ha adquirido una deuda al extraer despiadadamente recursos, y es entonces que los humanos deben pasar de ser explotadores a cuidadores de la naturaleza. En el siglo XIX, pensadores como John Muir establecieron las bases del ambientalismo y los parques nacionales. Casi siglo y medio después, la ONU ha reconocido que todo el bienestar de la humanidad depende de los beneficios que obtenemos de la naturaleza, algo que conocemos como servicios ecosistémicos. En esta visión del mundo, reconocemos que el si queremos ser prósperos, entonces es fundamental cuidar la naturaleza.
No obstante, hay cada vez un mayor grupo de personas que reconoce que esta visión ecológica es paternalista e insuficiente, y que podemos ir mucho más allá. Los bosques y montañas que John Muir quería proteger no estaban vacíos como él los consideraba, eran territorios cohabitados por comunidades indígenas. Por ejemplo, en México ya no creamos Parques Nacionales como museos de curiosidades, sino Reservas de la Biósfera para gestionar el patrimonio biológico y cultural. George Caitlin, contemporáneo de Muir, reconocía esto, pues quería crear un “parque conteniendo hombre y bestia en toda su belleza natural salvaje y fresca”. Caitlin, si bien tenía un profundo arraigo colonialista, entendía que la frontera entre lo natural y lo humano es mucho más difusa de lo que podemos creer a simple vista.
Hasta este momento hemos caminado en las aguas poco profundas del ambientalismo, y esta cuestión nos pone al borde del talud. Para saltar a las hondas profundidades solo tenemos pensar qué implica que en realidad no exista esta frontera entre lo natural y lo humano. Visto así, los humanos somos solo un ser vivo más, sin mayor valor necesariamente que una vaca, que un árbol, o incluso que una bacteria. Todos pertenecemos a la vida en la Tierra y tenemos una relación fraternal con cualquier otro ser que comparta este hogar con nosotros. Así, no debemos cuidar a los bosques por ser bellos o por darnos agua potable, sino porque cada árbol es único e irrepetible, y porque el bosque le da agua a todas las especies que lo habitan. Cada ser y su vida son valiosas solo por el puro hecho de existir, sin que ese valor dependa de su relación con nosotros, y además es valiosa la vida en la Tierra en su conjunto y cómo todos aportamos y formamos parte de ella. Lynn Margulis y James Lovelock estudiaron ampliamente este comportamiento colectivo de la vida terrestre para la preservación de la riqueza vital y lo bautizaron como la hipótesis de Gaia.
Las comunidades indígenas siempre han entendido que somos parte del territorio. “El ciclo Wixarika”, Tabla Nierika por Lourdes Benitez, comunidad Mesa del Nayar, Nayarit
Arne Naess nos propone que al igual que cualquier otro ser vivo, los humanos no tenemos derecho a reducir esta riqueza salvo para satisfacer nuestras necesidades básicas, y que nuestra interferencia actual en los ciclos de Gaia es excesiva. En este punto reconocemos nuestra capacidad como destructores del entorno, pero no nuestra responsabilidad paternalista de proteger. Por el contrario, nuestra responsabilidad es transformar radicalmente nuestros medios de vida para coexistir como un eslabón más en la profunda red de la vida en la Tierra.
Rodrigo Muñoz es Ingeniero Civil y doctorante en Ciencias de la Tierra por parte de la UNAM. Es profesor en la Facultad de Ingeniería en la UNAM, cofundador de una empresa de proyectos de energía fotovoltaica, ha participado en reportes para la UNESCO y BRICS, y ha sido consultor en el Senado en política ambiental. Trabaja con temas de energía e impactos del cambio climático.